LOS EXTREMOS DE LA CUERDA
Queda claro a estas alturas que hemos entrado a un proceso irreversible de confrontación política, que previsiblemente será extrema. Esta situación no es consecuencia de una simple desavenencia, o una pataleta política, sino de una serie de hechos y actitudes no resueltas e invisibilizadas y que en el transcurso del tiempo han tenido graves efectos sobre un sector importante de la población.
La
Constitución de 1993, promovió el crecimiento macroeconómico del Perú, pero esta
situación es la que precisamente se niega en la narrativa de aquellos que quieren
una nueva Constitución. Quizá lo mas exacto sea decir que el crecimiento macro
ha sido real, pero no suficiente para alcanzar a los sectores más
desfavorecidos. El descontento de esos sectores se ha exacerbado con los graves
efectos producidos por el confinamiento para combatir la pandemia ocasionada por
el COVID19; es decir se hizo más evidente la carencia de servicios mínimos
elementales que imposibilitaron cumplir con las medidas mínimas de lavado de
manos y distanciamiento; así las cosas, los sectores populares se vieron
obligados a salir a las calles, pese al confinamiento, para proveerse de algo
que les permita subsistir. A esta situación hay que sumarle el pésimo ejercicio
de la política de quienes nos han representado y gobernado en los años
posteriores al fujimorismo; hemos sido testigos de una política banal,
indolente, intolerante, alejada de la población que los eligió. Si lo descrito
en las líneas que anteceden planteaba un escenario complejo, hay que sumar la
ineficiencia del Estado y la corrupción del Gobierno Central y los Gobiernos Regionales
y Locales.
Hemos
vivido conscientes de que en algún momento se produciría una situación de
protesta por el descontento de los sectores populares y de la siempre golpeada
clase media, pero la clase política y el sector privado del Perú prefirieron
invisibilizar esta situación por razones que habrá que analizar en una
siguiente entrega; lo cierto y concreto es que las posiciones ideológicas
radicales, encontraron el caldo de cultivo para capitalizarlo en un personaje creado a la
medida y que ha ofrecido reivindicaciones varias a esa población descontenta.
Las
reflexiones de este Rinoceronte, no pretenden poner en tela de juicio las
justas expectativas de quienes hartos de la clase política, optaron por la
posición radical que ofreció Perú Libre con Pedro Castillo como rostro visible.
Por el contrario, cree que es momento de mirar y asumir responsablemente la
urgente necesidad de atenderlos; pero como todo es complejo y entrampado en el
Perú, ahora tenemos que esperar que los extremos se aproximen.
El
escenario nos pone enfrente de dos posiciones que en ánimo confrontacional plantean,
de un lado, la vacancia del Presidente de la República en menos de un mes de su
ejercicio y los que piensan que provocar el cierre del Congreso es alternativa. Sumaría al universo de pugnas, a
un sector del empresariado que equivocadamente sigue creyendo que esto no es
otra cosa que “lío de políticos”, sin asumir responsabilidad alguna por la forma
como se han enriquecido y han hecho empresa en todos estos años.
Si
es que no se impone la mesura, estamos condenados a caer en un abismo del que
no habrá retorno. Ahora más que nunca urge una ciudadanía de centro, vigilante,
objetiva y pensante.
Comentarios
Publicar un comentario